viernes, 24 de septiembre de 2010

Imperativo.

Sostenía un globo, como cuando era pequeña. Siempre le habían dicho que existía un país especial, un mundo allá en los cielos inmensos, cerca del cielo de los perros, donde los globos se quedaban a vivir. Así que ella los soltaba sin miedo y siempre se quedaba mirando como estos ascendían y avanzaban hacia su hogar real… De alguna forma, pensaba, estaba dejándoles libres.

Cuando creció y supo que no era más que una ilusión de la infancia, se dio cuenta de que, aunque mentira, era una de las historias más bonitas que jamás le habían contado. Las metáforas… Esa libertad, ese preferir que algo se aleje porque así será libre, será feliz, será inmenso, será su ser… Sus manos antes pequeñitas adoraban sostener los globos, pero aún adoraban más tener el poder de soltarlos y que el aire iniciase su viaje hacia su particular e infantil Nunca Jamás.

Ya no era una niña, por supuesto, pero en su alma seguía la creencia de sostener pero no atar. Sabía, además, que había ocasiones en las que había que dejar ir… había que saber decir adiós. Y en ese momento, mientras sostenía su globo a los veinte años, supo mirarse al espejo y darse cuenta de cómo había madurado y en quién se había convertido. Se sentía orgullosa. Y, a pesar de que estaba llorando, notaba cómo esa paz de quien sabe lo que va a ocurrir, empezaba a embargar y anestesiar sus lágrimas.

Miraba hacia delante segura de sí misma y a la vez tremendamente débil y casi infantil como desde hacía mucho tiempo… Pero era consciente, era muy consciente, y quizá ese fuera el problema, el aliciente, la solución, el empujón que le faltaba. Dio un paso hacia delante temblando, cogió aire y mirando al cielo soltó el globo.

Permaneció largo rato callada, estructurándose a sí misma, y escuchando a su cabeza y a su corazón que le hablaban en sintonía. Mientras tanto, inconscientemente, sus manos decían adiós a una etapa y esperaban que aquél globo también llegase a su hogar real, que alcanzase su libertad, aunque ya no creyese en las historias de niña…

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mmmm...


¡Magnífica!

Apertura de ojos.

Al igual que cada cigarro, por muy sabroso y largo que sea, tiene una ceniza que se acaba si se sigue chupando a mansalva, el alma humana cuando descubre que alguien está absorbiéndola acaba por ir alejando a aquello que la hace sentirse pequeña cuando no lo es.
Algunas personas tienen un remite muy marcado y otras, por suerte o por desgracia, van borrándolo cuando alguien no responde sus cartas, sus envíos, sus regalos, su... dirección.
¡Respuesta!... Causa-efecto... Simplemente eso. ¿Tan difícil es?

Y yo odio el tabaco, por añadido...

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Plenitud y paz.

Cuando pensaba que no iba a haber nadie capaz en el mundo de entenderme por entero y aún así quererme enamorándose de mis defectos... Cuando pensé que nadie sería capaz de conocerme incluso más que yo misma... Cuando estaba empezando a creer que el amor verdadero es algo idealizado o que suele ocurrir solo en libros y películas... Cuando pensaba que mente y corazón suelen ir en dos caminos distintos... Llegas tú y me enseñas lo equivocada que estaba.

Y qué equivocación tan dulce...
Eres la pieza que me hace estar completa.

lunes, 13 de septiembre de 2010

:D


¡Estallar de felicidad!

martes, 7 de septiembre de 2010

Filosofía.

Asesinos de rosas compran espinas en los mercados. Los mercados venden espinas para quienes no saben cómo fabricarlas y poseen rosas. Buenas personas regalan rosas sin espinas. Capitalismo, complejidad, moral, ética, ilusionismo... Así va la vida.
¿Por qué no ser capaces de observar la naturaleza en sí misma y amar cada rosa, cada espina y cada rosa con sus espinas? Y es que eso es lo difícil... amar los defectos, amar lo que quizá afea. Enamorarse de la belleza es demasiado sencillo y... vacío.

El amor es siempre superior. Cada espina tiene una sangre que entregar a un corazón que la necesita. Y así todo cobra sentido.

Quiero...


TÚ y sólo TÚ.