domingo, 9 de enero de 2011

Tanto...


¿Sabes? Cuando rozo tus facciones con la yema de mis dedos me tranquilizo... porque sé que estoy dibujando los rasgos de la persona, entre tantos millones, que siempre ha sido para mí.

Y cuando apoyo mi cabeza en tu pecho y noto, con el borde de mi oreja, los latidos de tu corazón, me pongo nerviosa, me entra la necesidad de escucharlos siempre, de que sean míos, de no moverme para no perturbar esa paz infinita que supone que por fin los míos han encontrado su base, su estabilidad, su hogar.

¿Nunca has soplado un diente de león y has pedido un deseo al viento? Estoy segura de que los míos iban a parar a tu calle, y envolvían tus sueños con los míos, cuando estaba sola, que es como estaba sin ti, y procuraban acercarme lo más posible, pero la vida nos mantenía lejos, hasta el momento adecuado... hasta que supieran que ya no podríamos separarnos nunca.

Imagina un lazo perenne, como las hojas del árbol sobre el que vamos a cimentar nuestra vida, así es como imagino nuestras almas desde que, por un veintitantos de abril, decidí coger un papel con tu nombre.

Utilizo metáforas, mil, para describir, o intentar describir, lo que me pasa por la cabeza cada vez que te veo, o la sensación que recorre mi cuerpo cuando rozo tus labios, tus manos, tu espalda, o cuando te miro a los ojos y me veo a mí... Sí, mil metáforas... Y luego me preguntas y no sé ni qué decir, todo me parece ridículamente pequeño en comparación a todas las palabras que empiezan a pasar por mi cabeza, las imágenes, las risas, los silencios... Y sólo quiero besarte, una vez más, y entregarte otra parte de mí, aunque ya las tengas todas, como regalo, como lo mejor que sé darte. Que soy yo. Toda yo, con todo. Y sólo tú, como eres, me haces ser.

No sólo eres mi mitad, eres lo que me hace estar completa.
Y qué bien suena tu voz cuando me hablas, cuando tú también estás pensando lo mismo que yo, estás sintiendo… Y qué bien se duerme cuando sé que has sido tú, eres tú, y serás siempre tú.
Y yo, con mis fallos, con mis pequeños desastres, con ese sentir que debo (el deber más dulce) dártelo todo… ya estoy esperando que me des un beso, así, como yo, para volver a rozar la vida con los labios.

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